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Una salida de campo en los tiempos del coronavirus

Una salida de campo en los tiempos del coronavirus

¿Qué hace un biólogo de campo? Si usted conoce alguno le habrá escuchado hablar de taxonomía, familias, especies, y entre otras cosas, salidas de campo. ¿Qué es eso? En este relato les hablamos de una de las actividades fundamentales de las que se ocupan los profesionales de la naturaleza y cómo desarrollan su trabajo. 

Los biólogos de campo somos quienes nos ocupamos de estudiar animales, plantas, hongos, o cualquier otro “bicho” en su hábitat natural. Nuestras oficinas son las montañas, llanuras, selvas, ríos, mares; nuestras jornadas no son todas de ocho horas, pues caminamos, observamos, colectamos, medimos… todo eso en “campo”, es decir, en esa porción de la naturaleza que se convierte temporalmente en nuestro lugar de trabajo. 

Para explicar una parte de lo que hacemos, vamos a narrar esta historia en dos partes: 

Para empezar, quiero contarles que cualquier obra de infraestructura necesita una licencia ambiental, que para el caso de  Colombia “es la autorización que otorga la autoridad ambiental competente para la ejecución de un proyecto, obra o actividad, que de acuerdo con la ley y los reglamentos pueda producir deterioro grave a los recursos naturales renovables o al medio ambiente o introducir modificaciones considerables o notorias al paisaje”, según lo establecido por la Agencia Nacional de Licencias Ambientales (ANLA).

Esta licencia otorga permisos para usar, aprovechar o afectar los recursos naturales de la zona y para ello es necesario realizar previamente un estudio de la fauna o la vegetación que existe en el área que se espera intervenir. A estos estudios se les conoce como inventarios, pues su función es describir cuáles especies están presentes, en qué cantidades y si alguna de ellas está en peligro de extinción. Con esta información se diseñan planes de manejo para evitar y mitigar los impactos producidos. Ahí entramos los biólogos. Con nuestros conocimientos sobre los diferentes grupos de animales y plantas podemos construir el listado que servirá de insumo para que la autoridad ambiental apruebe o niegue una licencia ambiental. 

Antes de salir a campo, como se le conoce a las expediciones para realizar los inventarios, las empresas que nos contratan nos capacitan en seguridad en el trabajo con el fin de minimizar los accidentes laborales. Hasta marzo del año 2020, estas se enfocaban en los números de contacto que debíamos guardar en caso de emergencia y en que tomáramos agua para no deshidratarnos. Ahora, en medio de la pandemia, el enfoque es un tanto diferente: evitar compartir alimentos o botellas de agua, tomarse la temperatura todos los días y mantener un registro diario de nuestro estado de salud. La meta principal es evitar el contagio.

Tapabocas, antibacterial y distanciamiento social

El nuevo protocolo de bioseguridad nos acompaña a donde vayamos, no importa donde sea. Y para quienes trabajamos fuera de la ciudad, específicamente realizando actividades en campo, significa que, aún estando en medio de un bosque fragmentado o un potrero, debemos cumplirlo. Y esto es una tarea más complicada de lo que parece. 

A los biólogos de campo se nos dificulta mantener algunos hábitos de higiene. Por ejemplo, en lo que a lavado de manos se refiere si el sitio de trabajo está lejos de nuestro alojamiento es posible que pasemos todo un día sin lavárnoslas apropiadamente con agüita y con jabón. Si contamos con suerte, tendremos disponible una quebrada sin casas corriente arriba, así que a un poco de agua le mezclamos un poco de arena de la orilla y voilá, manos sin suciedad (aparente). Esto, por supuesto, no impide que desayunemos, almorcemos o tomemos el “algo”. Existen incluso, entre los más aguerridos, competencias para ver quién es capaz de resistir por más tiempo la tentación de estar limpio.

El uso del tapabocas para evitar el contagio del Covid-19, se extiende incluso a lugares despoblados.

El distanciamiento social también es difícil de practicar. Siempre vamos acompañados de alguien de la comunidad en donde estamos trabajando y con el pasar de los días la familiaridad crece, se comparte comida, bebida, mecato, y la conversación está a la orden del día. Sería, además, una tarea titánica mantener dos metros de distancia cuando la trocha por la que se camina es traicionera, y el auxilio de una mano salvadora es imperativo. 

Algo así me ocurrió hace poco en una salida de campo en Hispania, en el suroeste antioqueño. Desacostumbrada a caminar con la ayuda de un bastón, perdí el apoyo en una pendiente resbalosa y alcancé a deslizarme algunos metros, hasta que pude agarrar la raíz de un árbol. Mi guía, don Rubén, se tiró como un bólido para sostenerme y ayudarme a ponerme de pie. Dos acciones que hubieran sido imposibles de realizar manteniendo una distancia segura de 2 metros.

Pero los retos no han estado únicamente en cumplir los protocolos básicos. La forma de relacionarnos con las comunidades de los sitios donde debemos realizar nuestro trabajo también ha representado desafíos en medio del Covid-19. Tiempo después de la reactivación de algunas actividades económicas, en mayo de 2020, unos colegas viajaron a un municipio antioqueño para una salida de trabajo. Aquí empieza la segunda parte de esta historia.

Entre los objetos que no pueden faltar en una salida de campo, están las botas: útiles para atravesar terrenos húmedos, quebradas e incluso evitar mordeduras de serpientes.

Perseguidos por sospecha

Aparte del protocolo de bioseguridad y las recomendaciones generales para cuidarse de un posible contagio, parecía una salida típica como tantas otras que habían tenido en el pasado. Pero nada más alejado de la realidad. Al llegar al pueblo fueron recibidos por las miradas curiosas y atemorizadas de los pobladores, que veían en ellos a los portadores de la enfermedad. Una reacción normal teniendo en cuenta la situación.

Durante el curso de la evolución los animales han desarrollado, junto con el sistema inmune biológico, uno comportamental orientado a evitar el contacto con individuos que parezcan enfermos. En los humanos esto significa que en tiempos como el actual, de pandemia, surgen sentimientos de desconfianza hacia personas desconocidas que podrían, involuntariamente o no, propagar la enfermedad. Y aunque en el pasado estas reacciones pudieron haber salvado la vida de muchas personas dentro de una comunidad, en la actualidad se ha documentado que también podrían desembocar en actitudes xenofóbicas.

Las salidas para hacer colectas pueden durar horas, incluso pueden empezar muy temprano; así que es necesario que los biólogos lleven sus alimentos preparados, sea desde el campamento o desde el alojamiento donde descansan.

Retomando nuestro relato, quizás fue un error táctico escoger precisamente un hotel en el parque principal, al lado de la estación de Policía. Los inadvertidos biólogos entraron al hotel, donde fueron “desinfectados” tanto ellos como sus pertenencias, se registraron y entraron a sus respectivas habitaciones. Después de almorzar, organizaron con el administrador del hotel la logística del resto de comidas que tendrían allí, y una vez finalizada esta conversación, todos pasaron a una de las habitaciones para hablar sobre otros aspectos de la salida.

Justo en ese momento comenzó a oírse un barullo de voces en el hotel, que era del todo injustificado pues ellos eran los únicos huéspedes. Escucharon que el administrador entre asustado e indignado repetía que le había comunicado al sargento que el hotel recibiría unos huéspedes, que tenía su permiso para admitirlos. Poco a poco, los biólogos fueron identificando a los personajes del otro lado de la puerta. Eran representantes de la Secretaría de Salud del municipio y varios uniformados de la Policía, que alegaban que la presencia de huéspedes en el hotel era ilegal y podría significar su cierre. Mientras tanto, revisaban las habitaciones en busca de los huéspedes vistos por los pobladores.

Con risas nerviosas y los ojos abiertos como platos, los biólogos seguían la conversación ¡conscientes de que era a ellos a quienes buscaban! Apagaron la luz de la habitación para evitar ser descubiertos, y se sentaron cerca de la puerta para escuchar mejor el desenlace de la obra de la que eran protagonistas ausentes.

No entendieron cómo los policías pasaron de largo frente a ellos sin intentar abrir la puerta, teniendo en cuenta que esta se encontraba justo frente a la recepción, lugar donde se estaba llevando a cabo la discusión. Tampoco registraron las habitaciones de los otros dos biólogos, que se hallaban al lado. Tal vez los representantes de la ley asumieron que los huéspedes de contrabando habrían sido alojados en las habitaciones más recónditas del hotel, y no precisamente en el lugar más expuesto. 

Al cabo de una hora los biólogos pudieron salir, solo para recibir la noticia de que debían abandonar el hotel lo más pronto posible pues si los encontraba la policía las repercusiones podrían ser más graves. Entre risas comentaron que pasar la noche en el calabozo de la Policía sería una historia digna de ser contada.

Sin querer demorar la partida y para evitarle más inconvenientes al hotel, se pusieron en marcha y empacaron lo poco que habían sacado de sus morrales. Acto seguido localizaron al conductor que los había llevado ese día más temprano, que afortunadamente estaba cerca al pueblo, y salieron por la puerta de atrás del hotel como si fueran los criminales más buscados. Una de las biólogas a su regreso a Medellín, ante la mirada atónita de sus familiares que no la esperaban hasta una semana después, comentó que este había sido el almuerzo más memorable que podía recordar.

Es usual que una salida de campo incluya llevar, además de los objetos personales de los biólogos, elementos que permitan, por ejemplo, tener agua para beber y cocinar.

Aunque pudiera parecer, este no fue el punto final de la historia. Días más tarde volvieron, esta vez a un alojamiento lejos del parque principal y por fin pudieron empezar a trabajar, siguiendo todas las indicaciones de bioseguridad. El segundo intento fue un éxito y los biólogos pudieron tomar los datos necesarios para realizar los informes requeridos. Además, sumaron otra anécdota a la colección “Historias de campo”.

Con el tiempo, la cautela de las personas fue disminuyendo y las salidas de trabajo regresaron a la normalidad. Bueno, casi. Aún nos siguen acompañando los tapabocas y ríos inacabables de gel antibacterial.

Fuentes

Agencia Nacional de Licencias Ambientales. (2021). Licencia Ambiental Subdirección de Evaluación y Seguimiento. https://www.anla.gov.co/tramites-y-servicios/servicios/licencia-ambiental

Mertens, G., Gerritsen, L., Dujindam, S., Salemink, E., & Engelhard, I. (2020). Predictors in an online study conducted in March 2020. Journal of Anxiety Disorders. https://doi.org/https://doi.org/10.1016/j.janxdis.2020.102258

Redacción. (2020). Coronavirus: cómo el miedo a la enfermedad covid-19 está cambiando nuestra psicología. BBC News Mundo.

Maria Camila Estrada-Flórez
Maria Camila Estrada-Flórez

Bióloga, MSc, especialista en edición de publicaciones. Las aves son mis bichos preferidos, pero odio madrugar.
Cofundadora de SatúrnidaLab


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