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La vida de las abejas, de Maurice Maeterlinck

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La vida de las abejas

La vida de las abejas

La vida de las abejas

El vuelo nupcial

EL VUELO NUPCIAL | «La mayor parte de los seres tienen el sentimiento confuso de que un azar muy precario, una especie de membrana transparente, separa la muerte del amor y de que la idea profunda de la Naturaleza quiere que se muera en el momento en que se transmite la vida. Es probablemente ese temor hereditario lo que da tanta importancia al amor».

EL VUELO NUPCIAL | «La mayor parte de los seres tienen el sentimiento confuso de que un azar muy precario, una especie de membrana transparente, separa la muerte del amor y de que la idea profunda de la Naturaleza quiere que se muera en el momento en que se transmite la vida. Es probablemente ese temor hereditario lo que da tanta importancia al amor».

Humanos y abejas

HUMANOS Y ABEJAS | «No nos apresuremos a sacar de estos hechos conclusiones aplicables al hombre. El hombre tiene la facultad de no someterse a las leyes de la Naturaleza, y el saber si hace bien o mal en usar de esta facultad es el punto más grave y menos dilucidado en su moral».

HUMANOS Y ABEJAS | «No nos apresuremos a sacar de estos hechos conclusiones aplicables al hombre. El hombre tiene la facultad de no someterse a las leyes de la Naturaleza, y el saber si hace bien o mal en usar de esta facultad es el punto más grave y menos dilucidado en su moral».

Las larvas

LAS LARVAS | «Tres días después sale del huevo una pequeña larva a la cual se prodiga un alimento particular y lo más abundante posible, y de aquí que podemos seguir uno por uno los movimientos de uno de esos métodos magníficamente vulgares de la Naturaleza, que cubriríamos, si se tratase de los hombres, con nombre augusto de Fatalidad. La pequeña larva, gracias a ese régimen, adquiere un desarrollo excepcional, y sus ideas, al mismo tiempo que su cuerpo, se modifican al extremo que la abeja que de ella nace parece pertenecer a una raza de insectos enteramente diferente».

LAS LARVAS | «Tres días después sale del huevo una pequeña larva a la cual se prodiga un alimento particular y lo más abundante posible, y de aquí que podemos seguir uno por uno los movimientos de uno de esos métodos magníficamente vulgares de la Naturaleza, que cubriríamos, si se tratase de los hombres, con nombre augusto de Fatalidad. La pequeña larva, gracias a ese régimen, adquiere un desarrollo excepcional, y sus ideas, al mismo tiempo que su cuerpo, se modifican al extremo que la abeja que de ella nace parece pertenecer a una raza de insectos enteramente diferente».

Las obreras

LAS OBRERAS | A cada una de las obreras, el que Maeterlinck llama «el espíritu de la colmena» asigna a las obreras una labor dentro de la colmena: las nodrizas, las ventiladoras, las arquitectas, las recolectoras, las operculosas, las barrenderas, las necróforas y las amazonas.

LAS OBRERAS | A cada una de las obreras, el que Maeterlinck llama «el espíritu de la colmena» asigna a las obreras una labor dentro de la colmena: las nodrizas, las ventiladoras, las arquitectas, las recolectoras, las operculosas, las barrenderas, las necróforas y las amazonas.

Las colmenas

LAS COLMENAS | «Cada uno de estos alvéolos es un tubo hexagonal puesto sobre una base piramidal, y cada panal está formado de dos capas de estos tubos opuestos por la base, de tal manera que cada uno de los tres rombos que constituyen la base piramidal de una celda del anverso forma al mismo tiempo la base igualmente piramidal de tres celdas de reverso. En estos tubos prismáticos se almacena la miel».

LAS COLMENAS | «Cada uno de estos alvéolos es un tubo hexagonal puesto sobre una base piramidal, y cada panal está formado de dos capas de estos tubos opuestos por la base, de tal manera que cada uno de los tres rombos que constituyen la base piramidal de una celda del anverso forma al mismo tiempo la base igualmente piramidal de tres celdas de reverso. En estos tubos prismáticos se almacena la miel».

La reina

LA REINA | «Las abejas adoran en su reina no tanto a la reina misma como al porvenir infinito de su raza. Las abejas no son muy sentimentales, y, cuando una de ellas vuelve del trabajo tan gravemente herida que juzgan que ya no podrá prestar ningún servicio, la expulsan despiadadamente. (...) Aun cuando sea vieja (la reina), miserable, lisiada, las guardianas de la puerta no permitirán jamás que una reina desconocida, por joven, bella, y fecunda que parezca, penetre en la colmena».

LA REINA | «Las abejas adoran en su reina no tanto a la reina misma como al porvenir infinito de su raza. Las abejas no son muy sentimentales, y, cuando una de ellas vuelve del trabajo tan gravemente herida que juzgan que ya no podrá prestar ningún servicio, la expulsan despiadadamente. (...) Aun cuando sea vieja (la reina), miserable, lisiada, las guardianas de la puerta no permitirán jamás que una reina desconocida, por joven, bella, y fecunda que parezca, penetre en la colmena».

La multitud

LA MULTITUD | «La abeja es, ante todo, y aún más que la hormiga, un ser de multitud. No puede vivir sino en aglomeración. Cuando sale de la colmena tan atestada que solo a topetazos puede abrirse paso a través de las murallas vivientes que la encierran, sale du elemento propio. Se sumerge en el espacio lleno de flores, como el nadador se sumerge en el océano lleno de perlas; pero bajo pena de muerte es preciso que a intervalos regulares vuelva a respirar la multitud, de la misma forma que el nadador sale a respirar el aire. Aislada, provista de víveres abundantes y en la temperatura más favorable, expira al cabo de algunos días, no de hambre ni de frío, sino de soledad».

LA MULTITUD | «La abeja es, ante todo, y aún más que la hormiga, un ser de multitud. No puede vivir sino en aglomeración. Cuando sale de la colmena tan atestada que solo a topetazos puede abrirse paso a través de las murallas vivientes que la encierran, sale du elemento propio. Se sumerge en el espacio lleno de flores, como el nadador se sumerge en el océano lleno de perlas; pero bajo pena de muerte es preciso que a intervalos regulares vuelva a respirar la multitud, de la misma forma que el nadador sale a respirar el aire. Aislada, provista de víveres abundantes y en la temperatura más favorable, expira al cabo de algunos días, no de hambre ni de frío, sino de soledad».

Maurice Maeterlinck

MAURICE MAETERLINCK | En el prólogo de La inteligencia de las flores, Borges escribió «Las ordenadas e invariables repúblicas de los insectos le inspiraron dos libros. Plinio ya había atribuido a las hormigas la previsión y la memoria. Maeterlinck publicó La vie des termites en 1930. El más famoso de sus libros, La vie des abeilles, estudia con imaginación y rigor los hábitos de un ser famosamente celebrado por Virgilio y Shakespeare».

MAURICE MAETERLINCK | En el prólogo de La inteligencia de las flores, Borges escribió «Las ordenadas e invariables repúblicas de los insectos le inspiraron dos libros. Plinio ya había atribuido a las hormigas la previsión y la memoria. Maeterlinck publicó La vie des termites en 1930. El más famoso de sus libros, La vie des abeilles, estudia con imaginación y rigor los hábitos de un ser famosamente celebrado por Virgilio y Shakespeare».

Un entomólogo aficionado tiene en su casa en París una colmena de observación con paredes de vidrio para poder estudiar las vidas pequeñas de unos insectos alados. Es Maurice Maeterlinck (1862-1949), el escritor, poeta y ensayista belga, que extrae de la contemplación, de la observación íntima, las respuestas del fascinante y complejo mundo de la Apis mellifera*. Veinte años dedicado a la apicultura, y parte de su vida en el campo, le permitieron sentirlas cercanas y construir La vida de las abejas (1901), un libro que documenta con rigor y poesía los comportamientos de estos insectos domesticados.

Cuando un periodista fue a entrevistarlo y le preguntó por el manuscrito que tenía en la mesa, Maeterlinck, que hasta ese momento solo había escrito teatro, le contestó «Es simplemente una historia de la vida de las abejas. Tomo una abeja en el momento de su nacimiento y sigo su vida paso a paso, por así decirlo, desde la cuna hasta la tumba». Con esta sensación de estar ante algo elemental y que se cuenta despacio, el autor revela con cuidado el funcionamiento de la colmena.

Producto también de sus numerosas lecturas, en esa serie de descripciones logra, por ejemplo, detallar los mecanismos de ataque entre esta sociedad alada. Las obreras, que tienen el aguijón siempre dispuesto, no atacarán nunca a su reina, sí entre ellas, sí a los zánganos, a los enemigos o a los parásitos, pero nunca a su soberana, que además solo luchará contra una de su rango.

Maeterlinck no solo da luces a cuestiones como la afición al trabajo de las abejas, el espíritu de la colmena, su organización social, régimen político, inteligencia y su ineludible similitud con la vida humana, sino que reflexiona hondamente sobre la verdad, la belleza, el amor y el poder. No sabemos bien cómo es que está hablando de la geometría de las colmenas y, de repente, de la tristeza; y no parece haber salto en en el curso de los detalles sino cierta fineza en relacionar fenómenos de la vida natural, es decir, en describir la complejidad. 

Anita Moffet escribió en 1936 en el New York Times: «Rara vez se puede encontrar a un escritor tan dotado de creatividad como para ser capaz de escribir como filósofo y poeta de lo que ha observado como científico. Donald Culross Peattie —él mismo uno de los pocos elegidos— ha dicho de Maeterlinck: ‘Es un brillante ejemplo de lo que se considera la verdad última, que la poesía y la ciencia son hermanas. Ambas son formas de descripción, y cuando se enganchan en sus ramas más elevadas buscan la esencia de las cosas’». 

*Sinónimo de Apis mellifica (como aparece nombrada en La vida de las abejas)Según el consenso taxonómico más reciente, el nombre oficial es Apis mellifera y Apis mellifica se considera un sinónimo.

La vida de las abejas

Maurice Maeterlinck

Taller de Ediciones Rocca

326 páginas


<strong>Laura Ospina Montoya</strong>
Laura Ospina Montoya

Ilustradora y periodista. Cofundadora de SatúrnidaLab.
[email protected]


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